viernes, 4 de septiembre de 2009

Romper las barreras del silencio

Dicen que la represión franquista fue especialmente cruel en la sierra de Cádiz y que pocas muy pocas familias consiguieron librarse de ella. Dicen que cuando el mal llamado ejército nacional entró en pueblos como Benamahoma (pedanía de Grazalema) las balas corrían por la calles como almas que lleva el diablo y que el temor hizo que demasiadas personas huyeran a la montaña para evitar ser ejecutadas. Dicen que los soldados fueron muy sanguinarios porque en esa zona, aislada, “a nadie le importaba lo que se hacía”. Y dicen que durante años las víctimas tuvieron que hacer de tripas corazón y aprender a convivir con los verdugos para evitar que el odio se transmitiera de generación en generación.
Después de 70 años de silencio, los pocos testigos que quedan de la represión franquista que tuvo lugar durante la guerra y la posguerra han comenzado a alzar la voz y todo gracias a iniciativas como el proyecto Grazalema-Benamahoma-Ribera de Gaidóvar. Recuperando la Memoría Histórica, respaldado por la Diputación de Cádiz. Un trabajo que “no surge al amparo de la Ley de Memoria Histórica. Cuando llegué a la Alcaldía de Benamahoma muchos vecinos aprovecharon para contarme que en el municipio de Grazalema y otros de la zona había lugares donde se ubicaban algunas fosas comunes. Fue entonces cuando decidimos iniciar el proyecto, siempre teniendo en cuenta que en este pueblo no hablamos de dignificar a las víctimas sino de algo más sencillo, sanear la salud mental de muchos de nuestros vecinos más mayores porque la mayoría de ellos no sabían dónde estaban sus familiares y algunos incluso pensaban que estos podían estar vivos”, explica Joaquín Ramón, alcalde pedáneo de Banamahoma.

Así, poco a poco se iniciaron los trabajos que dieron como resultado la creación de un banco de datos de desaparecidos mientras que se encontró la primera de las fosas comunes que han sido exhumadas en la zona, concretamente en la localidad de El Bosque. En ella había 17 cuerpos de personas procedentes de Ubrique, El Bosque y Benamahoma. Cerca de una veintena de víctimas con historias propias a los que sus familiares consiguieron poner nombres y apellidos además de darles un entierro digno. Entre los restos hallados en El Bosque estaban un cartero y su hijo –este último de 15 años- o el abuelo de Lucía, vecina de Benamahoma.

Relato de un recuerdo.


“Mi padre fue uno de tantos que decidió huir a la sierra cuando llegaron los nacionales al pueblo. Una noche, decidió bajar a ver a su familia junto a varios compañeros y uno de los vecinos se lo comunicó a los soldados. Cuando los falangistas llegaron a mi casa a buscarlo, él ya se había marchado y preguntaron a mi abuelo por su paradero. Como no les dijo nada, al día siguiente se lo llevaron en un camión junto a más familiares de los hombres que estaban en el monte y nunca más volvieron a verlo. Los mataron. Y no contentos con eso a mi abuela la sacaron de su casa, le cortaron el pelo y le dieron purgante de aceite y resino migaos para que se hiciera sus necesidades encima. Después de eso, mi padre se vino del campo. Él se entregó junto a otros hombres en el cuartel y después de aquello lo llamaron para fusilarlo. Al poco de que marchara, desde nuestra casa se sintió el primer tiro. Un hombre que vio cómo se llevaban a mi padre -que no era ni sindicalista ni militante de ningún partido- intervino para que no lo fusilaran. En el cuartel le dijeron: ‘El que tenga pies que lo salve’. Así que echó a correr y antes de llegar a la plaza donde los fusilaban dio voces y nombró varias veces a mi padre. Entonces pararon y por ello se salvó”, cuenta Lucía.

Ella es el vivo rostro de una mujer que ha conocido la cara más amarga de la represión. Con los ojos brillantes y de luto riguroso por la muerte reciente de un hijo, pegada a la estufa de su acogedora casa insiste una y otra vez en que “lo que aquí sucedió fue muy fuerte. Entraban en las casas cada vez que quería. Siempre hemos vivido con miedo”.
Y es que ella tiene claro que “aquí hubo demasiados francos que hicieron barbaridades”. Su familia, como muchas otras, ha aprendido a convivir generación tras generación con los verdugos de sus padres, abuelos, hijos o vecinos y siempre en silencio. De hecho, algo que las víctimas siempre tuvieron claro es que “los hijos o nietos de quienes en su día hicieron tanto mal no tienen la culpa de nada y para que no hubiera rencillas entre familias se prefería no contar nada lo que sucedió. Había que convivir con aquellos que hicieron tanto daño”, indica Lucía con resignación.

Tras el funeral que se realizó en la pedanía de Benamahoma de las personas que fueron encontradas en El Bosque, la Administración local decidió ir más allá y “se continuaron los trabajos para conocer la ubicación del resto de las fosas comunes que existen en esta zona. De hecho, y según hemos podido averiguar en nuestro municipio existen ocho, la más grande está en el viejo cementerio de Benamahoma –se cree que en ella puede haber más de un centenar de cadáveres- y la llamada fosa de las Mujeres de Grazalema”, señala el alcalde pedáneo.
La fosa de las Mujeres

Según los datos aportados por el director de la delegación de Ciudadanía de la Diputación de Cádiz, Carlos Perales, en la provincia gaditana existen casi un centenar de fosas comunes, la mayoría localizadas. Una de ellas, ha sido la fosa de las Mujeres, llamada así porque en su interior se han encontrado los restos de 16 vecinas de Grazalema y un menor de edad, probablemente el encargado de cavar la fosa de dos metros de largo, un metro de ancho y uno de profundidad.

“Cuando se iniciaron los trabajos para exhumar los restos de estas personas, los investigadores se dieron cuenta de que a pesar de que había balas en la fosa, estas mujeres fueron asesinadas en su mayoría con armas blancas y sus cuerpos arrojados de cualquier forma al interior de fosa, eso sin olvidar que antes de ser asesinadas las pasearon en un camión por el pueblo. Fueron con ellas especialmente crueles”, explica el director de la delegación de Ciudadanía de la Diputación.

Estas mujeres eran en su mayoría amas de casa que “tenían algún familiar o amigo militando en un sindicato o partido”. Y es que como indicó Lucía “en estos pueblos se mataba más por rencillas, envidias, entre vecinos que por cualquier otro motivo”. Las edades de las víctimas están comprendidas entre los 14 y los 61 años y “algunas de ellas o estaban embarazadas en el momento que fueron ejecutadas o habían sido madres con anterioridad”, algo difícil de determinar después de 72 años.

“Cuando comenzamos los trabajos en la fosa aparecieron amenazas a través de pintadas en las inmediaciones de ésta. Por algo, había gente que no quería que se conociera la verdad de lo que allí pasó. Y eso nos ha obligado a trabajar con mucha cautela”, subraya Carlos Perales. Una realidad que para el alcalde de Benamahoma “refleja que con la exhumación de estos cadáveres hemos abierto una puerta que nos lleva a conocer qué ocurrió verdaderamente en estos pueblos durante aquellos años”.

La tragedia de Benamahoma

En el corazón de esta entrañable pedanía de Grazalema descansa un elevado número de personas que fueron fusiladas por el régimen franquista en plena Guerra Civil. En una fosa, cuyas características aún están por determinar, ubicada en el viejo cementerio, se estima que en su interior puede haber más de un centenar de cadáveres. Es más, “es muy difícil determinar la cifra de personas que están enterradas en ella, ya que hasta aquí los falangistas traían a muchos vecinos de otros pueblos para ejecutarlos en la tapia de la iglesia (situada a pocos metros de la fosa)”, matiza Joaquín Ramón.

En esta sepultura hay una dificultad añadida ya que “al haber un volumen importante de cuerpos, utilizaban mucha cal viva y ésta deteriora los cuerpos. Hablamos de un centenar de cadáveres sólo en la capa superior de la fosa, personas que no podremos identificar, aunque hasta la fecha tenemos un listado de 50 nombres de vecinos que sabemos que están allí con total seguridad”, asevera el alcalde de Benamahoma. “La memoria colectiva ha conseguido ubicar en esta fosa a determinadas personas como a una mujer que fue tiroteada en medio de una de las calles del pueblo. Los vecinos recuerdan que estaba embarazada, que se arrastró calle abajo muriéndose y pidió un vaso de agua. Un hombre fue a dársela y casi muere también por ello”, atestigua Joaquín Ramón.

Los trabajos en esta fosa ya han comenzado y se esperan que duren poco más de un año, tras la exhumación de todos los cadáveres existentes en este lugar “haremos un mausoleo en la zona que se convertirá en un parque donde los vecinos podrán acudir para leer, reflexionar o pasear”. Un homenaje a esas víctimas que en el pueblo un alto porcentaje de vecinos creen “justo y necesario”.
De hecho, Lucía asegura que “si mi padre viviera, cuánto lucharía por sacar de las fosas comunes a quienes están en ellas y darles un entierro digno. Nosotros lo estamos haciendo desde una postura serena y clara. Hemos contado lo que sabíamos para poder encontrar a estas personas. El día que sacaron los cadáveres de la fosa común de El Bosque fue para nosotros muy importante. A esas personas, nuestros familiares, se las llevaron de sus casas a la fuerza para hacer con ellos lo que querían y se merecen al menos un entierro digno. Mi abuelo ha vuelto de donde se lo llevaron, a su casa, a su pueblo y tiene un sitio en el cementerio, no está en medio del campo”.

Por ello, desde Benamahoma no entienden las críticas que se han generado por el proceso que el juez Baltasar Garzón intentó poner en marcha contra el general Francisco Franco y otros 44 miembros de sus Gobiernos a los que acusaba de “delitos contra Altos Organismos de la Nación y la forma de Gobierno”, así como de “detención ilegal con desaparición forzada de personas”, en un marco de “crímenes contra la humanidad”.

“Ahora hemos tenido la posibilidad de que por primera vez en nuestra historia un juez investigue lo que verdaderamente ocurrió, por lo que no podemos permitir que mucha gente diga que es el delirio de un magistrado. Además, lo digo desde el respeto, pero me da verdadera vergüenza que la Audiencia Nacional y los fiscales ataquen a un juez que nos está dando la oportunidad de conocer qué ocurrió en este país aquellos años”, en palabras de Joaquín Ramón, alcalde pedáneo de Benamahoma y vicepresidente de la Asociación de Memoria Histórica y Justicia de Andalucía.

3 comentarios:

  1. Este reportaje no me dio tiempo de publicarlo. Lo he tenido guardado hasta ahora. Espero ue os guste, a mi y a Tamara nos sirvió para aprender mucho de la historia de nuestra provincia. Gracias a Joaquin, el alcalde pedaneo de Benamahoma, que se portó con nosotras de maravilla.

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  2. Espeluznante. Y lo peor es que todo esto ya lo sabemos.

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  3. Me parece que personas jóvenes se interesen por estos temas, que no son batallitas de viejos.
    ¡Ánimo!
    República de Cuartillo

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