sábado, 15 de agosto de 2009

Los ojos de la guerra

El fotógrafo Jordi Pujol murió en Sarajevo tras ser alcanzado por la carga de un mortero en 1992. Luis Valtueña fue asesinado en enero de 1997 en Zaire. Juantxu Rodríguez murió alcanzado por un disparo de un soldado norteamericano durante la invasión de Panamá. Miguel Gil fue asesinado en una emboscada en Sierra Leona en el año 2000. José Couso fue asesinado tras el lanzamiento de varios proyectiles del ejército norteamericano contra el hotel Palestina donde se alojaba la prensa occidental en Bagdad, durante la invasión de Irak. Julio Anguita Parrado nos dejó el 7 de abril de 2003, mientras viajaba "empotrado" en la Tercera División de Infantería del Ejército de EEUU en Irak. Ricardo Ortega murió tras resultar herido de bala durante un tiroteo en Puerto Príncipe.... y la lista es muchos más amplia, sin contar con aquellos compañeros que resultaron heridos mientras que ejercían su profesión en unas zonas del planeta donde la vida vale muy poco.

Todos ellos han sido nuestros ojos en países machacados por la violencia, el caos, el odio y el resentimiento. Gracias a ellos hemos conocido qué ocurría en Chechenia, Sierra Leona, Irak o Haití. Nos han enseñado la crueldad de la guerra en estado puro, nos han hecho descubrir qué se esconde tras las estadísticas o los números en aquellos lugares donde la muerte se encuentra en cada esquina y nos han dejado bien claro que mientras que ellos estén en estos rincones del mundo siempre habrá una instantánea o algún artículo que denuncie situaciones que para nosotros son inimaginables.

Cuando entré en la universidad quería ser corresponsal de guerra. Era algo que, como un alto porcentaje de ilusos futuros periodistas, quería llegar a ser en algún momento, pero a medida que comencé a adentrarme en esta compleja profesión me dí cuenta que para ello necesitaba estar hecha de una pasta especial de la que creo que carezco.

Siempre los he admirado. Por su valentía, honradez, ganas de cambiar las cosas y el amor incondicional que tienen a la vida y a esta profesión. Miguel, Jordi, José, Alfonso, Jon, Emilio, Marruja o Mercedes han sido o son ejemplos de superación, una tribu que a diario se juega la vida para informarnos de la realidad más cruel.

Cuando me enteré de que Emilio Morenatti había sido herido en Afganistán se me encogió el corazón. En seguida me vino a la cabeza su secuestro en Gaza, la inquietud de muchos de sus amigos durante esas horas de angustia, la alegría de su liberación, las imágenes con su familia ya en Jerez... y el rostro de algunos compañeros que no lograron sobrevivir en situaciones semejantes. Ahora deseo que Emilio (un fotógrafo jerezano que con sus imágenes ha logrado hacer reflexionar a muchos y del que nos sentimos orgullos en esta gran ciudad) se recupere cuanto antes para que pueda volver a coger su cámara. Y es que espero verlo pronto por algún barrio jerezano mientras que planea su próximo destino.

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