jueves, 26 de noviembre de 2009

Historias interminables, o no?

Llevo más de un año apartada de forma obligada de las redacciones de los periódicos y a diario me entristece comprobar que hay cosas que no cambian por muchos meses que pasen. En Jerez exite un claro problema: el Gobierno municipal ha dejado de escuchar a quiénes en su día les respaldaron en las urnas y se ha centrado en sus conflictos internos que miran hacía la sucesión de la abeja reina.

Es cierto que esta ciudad durante más de 25 años ha tenido prácticamente olvidada determinadas barriadas, especialmente aquellas que se ubican en zonas rurales y que con la llegada del cambio en el sillón de la Alcaldía, parecía que estos rincones comenzarían a ser tratados de forma distinta. Y digo bien, parecía, porque el principe se transformó en sapo y las promesas cayeron en el olvido. En el Mojo y Baldío Gallardo aún hay familias sin agua ni luz, en Rajamancera no se arreglan las calles desde la época de mis abuelos y en El Portal aún aguardan dos cosas: que hagan de una vez los pisos nuevos que sustituirán a los que se están derrumbando poco a poco y que metan mano al río Guadalete.

En cuanto a los barrios de la urbe, parece que algunas cosas sí se han movido (en cuatro años es de esperar) como en La Liberación o en el cerro de Primero de Mayo, dónde las máquinas trabajan bajo el presupuesto del Plan Urban. No obstante, en Palos Blanco o San José Obrero, el puente que une estas dos zonas de la ciudad sigue trayendo de cabeza a los vecinos. Y digo yo, ¿tanto trabajo cuesta hacer un paso peatonal en condiciones? Llevan con esta petición desde no sé ya cuanto años, incluso se presupuestó la supuesta obra que habilitaría una zona de paso, se pegaron carteles de la vieja GMU y la alcaldesa (entonces candidata) no dudaba en dar soluciones a ese contratiempo a modo de promesas. Pero la realidad es que a día de hoy, las cosas no han cambiado nada. Sigue habiendo promesas de que la elevación del tren pronto atajará el problema, pero mientras que esta llega, como dicen los presidentes de las asociaciones de vecinos implicadas, quienes pasen por allí correrán peligro.

En Federico Mayo, el panorama no es más alentador. Recuerdo con cariño la petición de sus vecinos de un parque infantil decente para la plaza del barrio. Julio Morello, el cabeza visible de la asociación, no cesó ni un instante de escribir cartas a los responsables políticos correspondientes y cuando consiguió el parque estaba pletorico. Pero poco le duró la satisfacción, y es que en menos de dos semanas el parque infantil se cayó literalmente hablando. Un hecho que puso sobre la mesa las chapuzas que se están haciendo en muchas zonas para callar bocas y que éstas dejen de incordiar porque dan mala imagen a los políticos.


Y podría poner muchos ejemplos más, seguro que Miguel Zarzuela, Sebastián Peña, Jesús Palomo, Ana Rosa Pérez, Miguel Álvarez o cualquier otro líder vecinal tienen casos muy significativos que contar.

Eso sí, falta muy poco para las elecciones y la alcaldesa parece que no atraviesa su mejor momento en cuanto a la valoración que sus cociudadanos están haciendo de ella. Lo mismo ocurre con los líderes de la oposición, que durante estos años parecen haber estado dormidos en los laureles. Así que me aventuro a afirmar que, una vez que pasen las vacaciones navideñas, comenzaremos a tener nuevas promesas hasta en la sopa, se comenzarán a solventar problemillas que llevan años guardados en un cajón político y las fotos en los periódicos (especialmente la de primera) se venderá al mejor postor, o sea se, a quien dé mejor una exclusiva.

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