viernes, 20 de agosto de 2010

Una cuestión de género

Mirando las fotografías de mis últimos viajes a Turquía y Túnez, no he podido evitar reflexionar sobre uno de los temas que más polémica parece haber levantado en los últimos meses y que, sospecho, se transformará en una nueva arma arrojadiza entre los dos grandes partidos que aspiran a Gobernar este país durante la próxima campaña pre-electoral: la prohibición del burka y el niqap en los espacios públicos.

De hecho, si hace escasamente un año se me hubiese preguntado sobre este asunto, sin ningún tipo de formación en género, hubiese llegado a afirmar que este es un tema cultural y que debemos ser más tolerantes en este sentido. No obstante,  mis ojos han adquirido otra visión, una más comprometida con la lucha de la igualdad de los derechos de la mujer y tras leer y escuchar muchos testimos de activistas musulmanas, no creo que sea una cuestion cultural sino más bien un problema de género serio que se intenta enmascarar.

Es bastante paradójico observar en las playas tunecinas, por ejemplo, a un matrimonio en el que ella, totalmente ataviada de negro, sólo deja entrever sus ojos, mientras que él viste un bañador occidental de marca norteamericana y grandes gafas de aviador. Ella como buena mujer musualmana se encarga de los hijos y él disfruta de la tranquilidad que le da un buen chapuzón en el mar. La visión de esta pareja es bastante significativa porque ellos, que defienden a capa y espada su cultura, sí han decidido cambiar su vestimenta y ser, en este sentido, plenamente occidentales mientras que es ella la que debe cargar con el peso de la identidad cultural a sus espaldas.

El prestigio de un hombre en el mundo musulmán se mantiene o se derrumba gracias al comportamiento “correcto” de las mujeres de su familia y una mujer musulmana adquiere su estatus en relación a los hijos varones que ésta ha dado a luz. Esta situación provoca que las mujeres carezcan por completo de libertad, conocimiento y derechos en muchos rincones del mundo.


Además de ello, la idea de reforzar la identidad del pueblo musulmán ante el capitalismo occidental ha empeorado drásticamente la situación de las mujeres. De hecho, como ya he señalado, en ellas ha recaído, para su desgracia, la garantía de que esta identidad se mantenga. Es decir, la obsesión de la identidad se manifiesta en todas las capas de su población pero es en el sexo femenino donde llega a su máxima expresión. Como indica Sophie Bessis, en su libro Los árabes, las mujeres, la libertad, “la religión es la base de la identidad, y la mujer cubierta, su garantía. Identidad = religión = mujer cubierta, he aquí el tríptico que los movimientos islamistas proponen a la conciencia de los árabes y que la mayoría de estos han interiorizado sin apenas dificultad” . Pero si las mujeres, encargadas desde siempre de llevar este peso sobre sus espaldas, se niegan a ello “existe el peligro de disolución de la identidad”, porque “si las mujeres trastornan este orden del mundo, desaparecería el orden” .

Hay que tener en cuenta que cada persona tiene derecho de creer en lo que quiera. De igual forma, todo el mundo puede vestir como le venga en gana, pero siempre y cuando estas decisiones se hagan de forma totalmente libre. No obstante, el burka o el hiqap son jaulas que refejan un sistema patriarcal tradicionalista que asfixia a la mujer. 

En este país, la lucha en favor de los derechos de la mujer ha ocasionado grandes avances que hoy en día nos otorgan cierta libertad y por ello no debemos aceptar que haya mujeres que por procesar una determinada religión vivan recluidas en el hogar o tras una cortina que las hace invisible. Afortunadamente para nosotras, en España, las mujeres tenemos derechos, deberes y leyes que nos protegen, aunque no podemos bajar la guardia. Y por ello, el burka, con todas sus connotaciones, no debería ser tolerado bajo ningún concepto. Repito, no es una cuestión cultural sino de género lo que encierra este instrumento reflejo de un claro apartheid sexual, y si no ¿por qué no visten ellos con los trajes tradicionales de cada uno de sus países de origen? ¿por qué ellos si pueden vestir de forma occidental y ellas no?

En Turquía o en Francia existen leyes nacionales donde se deja bien claro que ninguna mujer que trabaje en la administración pública debe llevar el velo mientras que esté en su puesto. Aquí, en España, no se pide tanto, los ayuntamientos que han decidido tomar medidas en este sentido en ningún momento hablan de la prohibición del velo, sino del bruka y el niqap, dos piezas que no sólo no dejan ver el cabello de las mujeres sino que les tapa el rostro. Son prendas que a todos nos han horrorizado cuando las hemos visto sobre las mujeres afganas y que hemos rechazado... ¿por qué ahora nos parece mal que se prohiban en España? Insisto, no hablamos del velo, esa es otra historia que también habrá que abordar en un futuro, aunque de momento vayamos paso a paso.

Sólo espero que socialistas y populares sean responsables a la hora de abordar este asunto en el parlamento y que la responsabilidad haga acto de presencia especialmente entre quienes no hace mucho defendían de forma importante los derechos de la mujer. Porque si soy sincera, no me gusta nada, absolutamente nada, como el Ministerio de Igualdad está abordando este asunto. De hecho, estoy hasta decepcionada, ya que en otros asuntos ha hecho lo que tenía que hacer pese a las críticas reaccionarias y las manifestaciones.
       

1 comentario:

  1. Es lo que tiene este país, incapaz de fijar un rumbo a causa de la política interna. Trata siempre de contentar a todos... con lo fácil que sería defender como principio los derechos humanos.

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